Una nueva calle llevará el nombre del italiano que modernizó Corrientes

Los concejales capitalinos resolvieron llamar Juan Col a una nueva arteria, que atravesará el predio de la antigua cárcel, entre Don Bosco y Padre Borgatti. Es el diseñador del penal  y de la mayoría de los edificios emblemáticos de la ciudad de fines de 1800.  

Caminar por el casco histórico de la capital de Corrientes permite avizorar la huella de modernidad que la llamada Generación del 80 les imprimió a las ciudades, que hasta entonces vivían con la impronta de la colonia. 

Donde había casas con galerías y grandes patios enlazados desde el frente y hasta el fondo, comenzaron a aparecer significativos edificios de mayor magnitud, así como materiales nuevos: mármol y rejas forjadas, balcones y altas columnas dóricas con volutas de acanto.

La impronta clasicista italianizante fue símbolo de modernidad, que miraba a Europa, y fue impulsada con fuerza por el Gobierno provincial para que fuera la imagen de los edificios públicos de la época.  Y entre los ingenieros y constructores de la época se distinguió especialmente Juan Col, arribado a la zona para colaborar con el trazado de lo que luego sería la ciudad de Resistencia, y afincado en Corrientes, donde permanecería hasta su fallecimiento, a los 54 años. 

La Casa de Gobierno, la fachada de la iglesia de la Merced, las escuelas Belgrano y Sarmiento, las iglesias de La Cruz y Santa Rita, varias decenas de viviendas que pertenecieron a familias con posibilidades económicas para requerir el cambio y también la Unidad Penal –con aspecto de castillo medieval, así como el llamado castillo del doctor Robert– fueron creación de Col, quien además impulsó la constitución de varias sociedades que fomentaban el conocimiento de la ingeniería y la matemática.

Para quienes investigaron y divulgaron su obra, Juan Col –o Giovanni Col, como lo registran en la Sociedad Italiana de Socorros como socio número 44  y responsable de la edificación de su emblemático edificio– no tiene suficiente reconocimiento público, pese a que la modernización de las ciudades de todo el NEA son parte de su legado.

Desde el Gobierno de Corrientes, a través de una petición del gobernador Gustavo Valdés al Concejo Deliberante capitalino, impulsaron, a modo de homenaje, que una calle de convivencia que estará ubicada dentro del predio de La Unidad lleve su nombre. 

Los ediles aprobaron la solicitud en la sesión de la semana pasada, y ahora el ingeniero –uno de los primeros matriculados que tuvo la sociedad correntina de fines del 1800– tendrá su nombre plasmado en una calle dentro de una de las obras más emblemáticas que lo identifican: el complejo de La Unidad.

Aval al desarrollo

«El Concejo Deliberante capitalino tomó a La Unidad también como propia, ya que toda la edificación y las reformas que están haciéndose en ese proyecto tuvo primero que tener la aprobación del cuerpo para poder avanzar. Los ediles lo vieron como una obra de magnitud significativa y enriquecedora, tanto desde la preservación arquitectónica , el desarrollo económico, cultural y social», recordó Marcos Amarilla, presidente del legislativo comunal.

Apuntó además que el pedido de imponer el nombre de Juan Col a la calle de convivencia que atravesará el predio de la antigua Unidad Penal N.º 1, ahora proyectada para ser inaugurada como el mayor centro de desarrollo tecnológico, gastronómico y de conocimiento del NEA, partió del propio gobernador Gustavo Valdés.

«Nos envió una nota con ese pedido expreso, y para nosotros fue una solicitud muy acertada, por lo significativa de la marcada arquitectura de Col en Corrientes, que dejó su huella tanto en La Unidad como en las escuelas Sarmiento y Belgrano, en el actual Ministerio de Seguridad, la iglesia catedral, la catedral de Goya y muchos otros edificios públicos que están marcados con su impronta. La mayoría de sus obras son ahora patrimonio cultural de la ciudad», recordó.

Impulsor de la modernidad

Giovanni Col, tal como la Sociedad Italiana lo identifica con su nombre original, llegó a Corrientes a mediados del 1800, con estudios académicos que terminaron por impactar en la profesionalización de la construcción, que hasta ese momento se regía casi exclusivamente por los conocimientos que los españoles –entre conquistadores y sacerdotes de diversas órdenes religiosas- habían legado a los aborígenes y luego maestros artesanos de la ciudad.

Según los profesores Ramón Gutiérrez y Ángela Sánchez Negrete, autores de una obra referente en materia de historia y arquitectura en la región llamada Evolución urbana y arquitectónica de Corrientes, el aporte de Col fue especialmente trascendente como para signar la identidad que todavía tiene la ciudad y, a la vez, insuficientemente reconocido. 

Poco se sabe también de su vida personal, aunque los autores aseguran que –pese a su trascendencia– no se enriqueció en los cargos públicos que le tocó desempeñar y que se destacó también por fomentar el aprendizaje de conocimientos científicos y académicos que él poseía y que en la región todavía no eran tan extendidos. Hasta ese momento, «la arquitectura de Corriente,s entre 1810 y 1850, puede definirse como de transición. Ello implica por una parte la continuidad y las persistencias, y por otra, la renovación y las transformaciones. 

Persistía la arquitectura poscolonial, con predominio de las tradiciones locales, modos de vida, técnicas constructivas y valores simbólicos. Pero también existe el cambio, con voluntades de renovación, basado en la necesidad de consolidar físicamente una realidad urbana y los nuevos valores del progreso y la modernidad.

Hasta fines del siglo 19 la coexistencia se dará sin conflictos.

La realidad «urbana» tenía mucho de rural y las limitaciones económicas y tecnológicas mantenían una producción arquitectónica dentro de la tradición maderera», describen los autores.

Las diferencias entre «tradición» y «modernidad» se planteaban en torno al uso de la madera y la existencia de la galería externa. Pero hay un proceso de «modernización» tecnológica, cuando las columnas de madera que venían haciéndose artesanalmente desde la colonia, comienzan a tornearse en serie, dando lugar a columnas circulares. 

Progresivamente, la idea de modernidad y de prestigio estaba aceptada entre las elites correntinas, que debían aspirar a casas sin galerías frontales y de cubierta de azotea.

La portada neoclásica que instaló el gobernador Ferré en el antiguo Colegio Jesuítico (actual Colegio Nacional, donde funcionaba entonces la Casa de Gobierno), hablaba del pensamiento oficial sobre el tema. El ordenamiento urbano trajo una necesaria renovación edilicia, con dramáticas demoliciones para alinear las calles. Otro cambio significativo sería la aparición de la idea de fachada, en lugar de una sucesión de patios.

La utilización de rejas de hierro que reemplazan a las de madera identificaba las posibilidades económicas de los propietarios y era otro símbolo de prestigio. Así se abría el ciclo de la arquitectura clasicista italianizante.

En esta época aparecen también el adoquinado de las calles, la avenida 3 de Abril (proyecto de Col), el paseo Italia y la remodelación del Paseo de Marte (parque Mitre).

El pasado y el futuro, en un nuevo espacio

La profunda obra de investigación de Gutiérrez y Sánchez Negrete permite conocer,  casi como un viaje al pasado, cómo era la ciudad de Corrientes hacia fin del siglo 19.  En 1864, el agrimensor de la ciudad, Salvador Umbert, realizaba la delineación de las calles tratando de equilibrar las líneas rectas y las edificaciones. Sobre la costa, en 1869, se reconstituye la muralla del puerto, de La Rioja a Tucumán, continuando la obra en 1876 en la zona del puerto de pasajeros. 

Las obras de infraestructura paralela a la edificación de gran parte del equipamiento comunitario (Casa de Gobierno, 1881; mercado, 1877; las iglesias San Francisco, La Merced, del Rosario y catedral, La Cruz) los hospitales (Santa Rita, San Juan de Dios, asilo), la penitenciaría y terminal de ferrocarril nacional, determinaron sectores de la ciudad con roles diferenciados, que luego enlazados por el transporte público crearían los «pisos económicos», aptos para la localización de economías privadas, específicamente de comercio mayorista y minorista, que exigía mayores servicios.

En los diarios de la época estas actividades eran promocionadas  a través de ofertas: «local comercial con tranvía en la puerta». Además de estos locales, mayormente de ramos generales, había un gran número de comerciantes itinerantes, que se establecían entre 15 y 20 días en la ciudad, en alguno de los varios hoteles en torno al puerto.

Ángela Sánchez Negrete y el arquitecto Gabriel Romero (expresidente del Instituto de Cultura de la Provincia y actual decano de la Facultad de Artes de la UNNE) compilaron en una obra que publicó la Municipalidad de Corrientes en 2006 unas 50 fotografías históricas, que fueron capturadas por distintos fotógrafos desde 1875 en adelante. Entre ellas, se pueden apreciar con perspectiva del pasado las obras que realizó Col, a cargo del área de Obras Públicas, muchas de las cuales aún se aprecian en la actualidad.

En el paseo Italia (calle San Juan al 400), al pie del monumento, una placa realizada con mosaicos le rinde homenaje, con el nombre de Giovanni Col. 

Desde la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos aportaron por su parte un documento histórico: el legajo que registra a Col como socio de la institución, entre sus ilustres asociados.

Ahora, Col tendrá un nuevo homenaje. Con la ordenanza que ya fue aprobada y que solo resta reglamentar, el gobernador Valdés, que impulsó el proyecto para la normativa, destacó que «denominar esta futura calle con su nombre no solo es un acto de justicia histórica, sino también una manera de vincular el pasado con el futuro a través de un proyecto que busca resignificar un espacio cargado de historia para convertirlo en un punto de encuentro para los correntinos». 

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